A QUIEN REGALA SU MÚSICA POR LAS CALLES

Un viejo Maestro del Cine paseaba a mi lado por las calles del centro de Madrid. Como quien no hace nada, y sin abandonar su charla, se detuvo ante el violinista del Este, sacó unas monedas de su bolsillo y las dejó con parsimonia sobre la funda del instrumento; así, una vez... otra vez más en la de una guitarra... luego en el vaso de cartón del acordeonista... Observé que, día tras día, Javier rendía su tributo a todo artista que encontraba a su paso; un músico, otro, el de más allá... casi sin que quedase uno privo de su recompensa. Una tarde, sin que yo preguntase nada y tras repetir la acción de siempre, el veterano cineasta se dio cuenta de que lo observaba y me dijo: «yo siempre agradezco el arte que encuentro por las calles». Fue entonces cuando comencé a pensar.

Y a solas, deambulando por plazas y callejuelas de la metrópolis, en días y noches de penumbra para mi ánimo, decidí que Javier tenía razón: yo debía abandonar mi autocompasión y rendir homenaje a quienes, quizá en peores coyunturas que las nuestras y lejos de sus hogares y gentes, sacan todo lo que poseen a las aceras, y bajo el sol o las estrellas nos regalan su posesión más preciada: LA MÚSICA. Nosotros nos la llevamos de cualquier manera; gratis o dejando a cambio alguna moneda, pues ellos la lanzan al aire, no la expenden tras fríos mostradores, para que los oídos y las almas de la ciudad, tengan o no tengan con que pagar, crezcan en la esperanza.

Así, con la ayuda sine qua non de otro Maestro, comenzó a crecer una pequeña historia narrada con luz, palabras y música: la grandiosa música de Lluis d’Arquer y las pequeñas palabras que a través de la luz reflejada en la pantalla hicieron que naciera para los músicos de la calle esta SINFONÍA DE ILEGALES.

José Luis de Damas [2005-07-20]